Llegué a Tucumán un día de agobiante calor. Era una de esas jornadas en las que el cantar del coyuyo carcome los sesos y el ladrido de los perros despierta la ira de Caín.
La tarde me encontró en el pasaje Blas Parera cargando a cuestas con todas mis valijas. El sol cocinaba las carnes, a tal punto, que sentí lo que nuestro Señor en el desierto. Caminé hasta la calle Isidoro Blanco y giré hacia la derecha (como el país). A mitad de cuadra me topé con la posada El Fierrito, hospedaje que me había recomendado el Obispo Zelarayan en Catamarca. Se trataba de una pocilga mugrienta atendida por un gordo aún más roñoso, quien me dio la llave de la habitación, de la que colgaba un llavero de la conocida serie de Cris Morena Rebelde Way de la época de Pío XII. Luego de acomodar mi equipaje en la pieza y darme una pequeña ducha renovadora, salí a caminar por la ciudad.
Apenas ingresé por peatonal Mendoza, escuché el grito del vigilante del comercio intentando desalojar al vendedor de la calle: ¡APAGA ESA CAGADA! Sonaba Alcides y el Cuarteto Imperial a todo volumen.
No se alarmen mis honestos lectores, es de fiar, que un sacerdote también somatice su mierda. Volviendo al hecho en cuestión o en “cuetión”, para no dejar de ser yo un turrito; el buche además comentaba con su superior que en Taiwan el basurero pasa tocando la musiquite Para Eliza de Beethoven. En ese instante pensé hacia mis adentros: “pasaría con el mismo camión, con la música de estos villeros, con su sonora: ¡HACEME UN PÉ…, HACEME UN PÉ…! Seguramente, todos estos negros de mierda se treparían solos al remolque, y así, sin más, desalojaría la acera”.
Inmediatamente tomé conciencia de mi condición de sacerdote y me vinieron a la mente algunos pasajes que tanto he sermoneado y no los he aplicado a mi mismo, muy en especial:
Mc 12,36:_”Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de mis pies.”
Fue dura la recriminación que hacía mi Ministerio, más aún, siendo que me dirigía a la Cuadrada o Bombonera. Para que se entienda, al Penal de Villa Urquiza, llevando unos panfletos que he extraído de pasajes de mis libros para darles una palabra de aliento a estos “encartados”, como los llaman en la jerga judicial. Lo citaré para compartirlos también con ustedes gentiles lectores, pues creo que debe haber más de uno que: o debería estar allí o se está preparando o, simplemente, es un negro de mierda. Lo cierto es que las palabras pertenecen a la pluma de Leon Tolstoy en Resurrección:
“[…] Cuando se compara la situación de un gran terrateniente con la de un dueño de esclavos, se advierte que servirse de parte del cultivo de los campos trabajados por los campesinos, sujetos a dura condición, es con ligera variante, lo que hace un dueño de esclavos. En cambio cederles los campos por un precio anual equivale a hacerles trabajar la tierra como si fuera de ellos…
Este último sistema no puede considerarse como la solución completa al problema, pero representa un gran paso hacia algo más justo y humano.”
Hermanos míos, pongo esto a la vista en un intento de reconciliación con ustedes mis feligreses. Siendo yo nuevo en esta tierra bendita, temo que dejen de ser indulgentes en su diezmo. Pasamos tantas necesidades en nuestra parroquia, sobre todo en invierno, cuando llegamos a suspender algunas celebraciones por falta de vino, que recuerden, ¡no puede ser menos de un Chathellier de 1930 para la consagración!
Sintiéndome un poco más reconfortado por la tarea miserable, por cierto, en el penal (aunque vi gorditos que no la pasan tan mal). De regreso, leí un cartel en un negocio “chino” de comida naturista y pelotudeces, porque no se puede decir otra cosa, que decía algo muy valioso:
“Quien está unido a Dios, es indiferente a las pérdidas y a las ganancias. Indiferente al esplendor y la desgracia. Por eso es el más noble de la Tierra.”
Lecciones de mi paseo:
• Muy cierto lo del cartel del negocio chino, lo que muestra que Dios está presente en toda la historia de la humanidad.
• Debo decir que mi primera salida a las calles del Jardín de la República fue muy fructífera. Me encontré con unos negros que llaman negros a otros igual de blancos que ellos; entendí por qué Boca es un cabaret y que, efectivamente, los chinos son cortos de vista: No podes pegar ese cartel en un país, donde, si laburás como esclavo chino, vas a parar con los gorditos de la cuadrada.
Perdón por mi lenguaje. Tengan en cuenta que soy un cura que “hace la calle”.
La Gracia del Señor Jesús sea con ustedes.